martes, 22 de octubre de 2013

Salida

Leo a T.S Eliot, patas de ratas sobre pedazos de cristal, doy jaques, persigo la armonía, la verdad, y así ES la realidad, dice el trebejista en el parque, tiene razón, como todos, escucho Sketckes of Spain colocado en LSD, las palabras bailan en la pantalla, sinestesia, el ego liberado, puedo escuchar, a ochenta metros de distancia, el aleteo de las palomas que aterrizan en la azotea de enfrente, suave, mañana te vas, me dicen ¿irme, de aquí, en dónde estás tú? patas de arañas en la casa derruida, una trompeta como una sombra, como el polvo, o los huesos ¿se imaginan, preguntarse todos los días quiénes somos? nos volveríamos locos, mis compañeros rieron al unísono de tan absurda y petulante imagen, en la clase de Sociología Interpretativa, Paul echado al sol, miembro de la tripulación por primera vez escuchando como arde su epidermis, ts ts ts ts, ¿sabían que había escuchado a Stockhaussen? dijo que el 11 de septiembre habíamos presenciado la obra de arte más grande jamás lograda ¿eso quiere decir la más bella, la más verdadera, o sólo la más grande? su hija se cambió el apellido, la moral, Stockhaussen, no McCartney, el ruido es la energía sensual liberada del objeto vibrante.

Lunares

Tenía catorce más o menos, estaba en la fila del cine con mi familia, vi a esta chica y me quedé pasmado. Era hermosa, la hubiera amado con locura, como nadie la ha amado hasta hoy. Algo en ella me resultaba familiar, fuimos compañeros en el kínder, pensé, o nos cruzamos por un instante en cualquier lado, hasta hoy no estoy seguro si la conocía de antes. Lo importante es que en ese momento ella era lo más bello que yo había visto. Tres minutos y recordaré su rostro por siempre. El lunar bajo los labios, las cejas pobladas, ojos profundos y transparentes, negros, los pequeños senos y las nalgas, las piernas, curvaturas tan precisas, tan naturales, música en fractales, ¡parecía una sinfonía! Ahí estaba la verdad, y a la mierda con toda la civilización. Ese día dejé de creer en pendejadas.

Otra vez con mi familia, en el coche, rumbo al examen para la preparatoria. Un viejo Ford verde a la izquierda de nosotros, en el asiento del copiloto viaja un pedazo de belleza, lo conduce un gordo malencarado. Ella me mira, coqueta, soy una idea en su mente, la posibilidad de la primera historia romántica, no me molesta, es mi cumpleaños, tengo una erección. Jessica le va bien, le regalo flores, follamos todas las noches, todas las tardes. Su cuerpo es un país para perderse, un viaje alucinante, cuento sus lunares, treinta.

viernes, 18 de octubre de 2013

Necrofilia

Escribo en el panteón, pretencioso a más, lo sé, sólo es por el silencio. Aunque incluso ahí no es fácil encontrar paz. Todos los días hay entierros y pueden llegar a ser bastante ruidosos, mariachis, el amante y su guitarra, la canción en la grabadora, una vez los concurrentes cantaron el himno nacional, no parecían militares. Los observo de lejos, cuando me parecen interesantes me pierdo entre los enlutados; los punks berreaban, no comprendían.

Pero no, divago. Si hay ruido me voy a otro jardín. En el jardín de los recuerdos están enterrados mis tres abuelos. Dejé tres flores, la amarilla flotaba, escribí una carta y una nota. Arriba en la colina arden carbones, tortillas y carne de vaca, la familia parece muy unida. Yo también voy de luto, se me da fácil. A donde vayas haz lo que ves, dicen. En los panteones nadie te pregunta nada. Salvo los agentes funerarios. Son insoportables.

Espacios públicos

El escritor corta el listón, aplausos; elogios al presidente y a la secretaria de cultura, sentencia: "esta biblioteca es un enclave de civilización en medio de la barbarie". Se refiere a la recién restaurada Vasconcelos, en la plaza de la Ciudadela, que para no desentonar, también tuvo que ser rehabilitada.

En la Ciudadela, todavía dos días antes del discurso de Vargas Llosa, estaba el club de ajedrez Carlos Torre Repeto; el 20 de noviembre de 2012 fue clausurado, sin discurso previo, palabras de su dueño y fundador, Fernely Vallejo: "Como a las 2:30 de la tarde de ese día una persona que dijo llamarse Karina, acompañada de 40 porros y achichincles de la delegación Cuauhtémoc, se presentaron en mi carpa diciendo que me daban 15 minutos para retirarme de la plaza con todas mis cosas. Acto seguido y sin esperar siquiera los 15 minutos empezaron a romper y destrozar todo el lugar. No sólo destruyeron la carpa sino que rompieron y maltrataron los anaqueles, vitrinas, mostradores, además se robaron mis mesas, bancos, sillas, ajedreces, tableros, relojes, libros y absolutamente todo lo que pudieron levantarse, incluyendo mis documentos y efectos personales."

Resguardadas tras los estandartes del arte, la cultura y la inclusión, disfrazadas de políticas públicas (recuperación de espacios públicos, rehabilitación, peatonalización, corredores culturales ¡el centro es tuyo!), las transformaciones en el centro de la ciudad tienen un objetivo muy claro: subir el valor del suelo. El señor más rico del mundo ha invertido en la zona, turistas y consumidores pueden caminar tranquilamente, los bárbaros han sido expulsados.







a1

No te olvides de escribir
cuando llegues a Saturno
recuerda a los que siguen aquí
aquellos atardeceres, tus plantas
gatos, la música, tus fotos
en dos mil treinta y cuatro, quizá
puede morir cualquiera, tan sólo
recuerda mujer, la vida en la Tierra

Dos moscos murieron mientras duermes
milenarias voluntades aplastadas
mil rizomas se derriten en tus sueños
este cuarto se derrumba y amanece
es un muro y se desmadra al infinito
en mi cama hay una estrella agonizando

Hay un momento entre los cuerpos
una casa que llamamos mundo
tiempo atascado ruido blanco
espejos sin rostros, ojos
    en la superficie
hecatombes y catástofres, espectáculos
pequeños dioses delirantes
de autoconsciencias fulgurantes
la jeta exitosa y el culo estremecido
proclaman con carácter de irrevocable
El Manual de Instrucciones de la Trascendencia

El valle se contrae, exhala y se agazapa
palabras hermosas en lenguas extintas                    
atraviesan nuestra noche, dos colibríes                    
de fuego habitan tu mirada, magnolias                      
incendiarias eclosionan en tu pecho

jueves, 1 de agosto de 2013

Escaques negros

Por fin se ha quedado dormida, acurrucada entre papeles, probablemente soñando. Le doy las buenas noches y me escabullo hasta el pequeño estudio. La página en blanco, una taza de café y cigarros, muchos cigarros, a un lado de la máquina los maestros también duermen; ahí descansan Arreola y su bestiario, Bolaño con sus muertas, Borges y todos los poetas; domadores de tigres, timadores de la muerte, cogen al toro por los cuernos y a la locura por los huevos.

 Tengo que escribir sobre la muerte, es casi tautológico, como decirle a un loco – Oiga usted, abísmese por favor, divague. Imitando a los primeros clásicos escribo sobre las piedras, paso las noches tallando palabras en rocas oblongas que a menudo la gente confunde con lápidas, creen que los versos son epitafios y que tengo unas ansias tremendas de morir, o que estoy totalmente ido, acumulando tumbas, desesperado por elegir el epitafio adecuado. Ignoran que sólo soy un poeta menor aterrado por la brevedad, y que el verdadero epitafio lo cargo a todas partes, junto al certificado de donación de órganos.

Más piedras para la posteridad, para mi muerte unas palabras de advertencia y una pregunta ¿Juegas? – dice y se lame las garras, dispone los símbolos y da cuerda al reloj. La parte oscura, la parte jodida, maldita, el otro lado. Dama negra. Algo está a punto de suceder en el tablero, su sombra proyecta una catástrofe, la complejísima estructura que soporta variaciones infinitas está a punto de caerse por un mínimo desequilibrio, un movimiento discreto, casi imperceptible, nada espectacular: un peón captura a otro – No la vi – susurro.

 Algunas noches bebemos juntos, agazapados en el silencio, decimos lo justo y necesario. De repente, por más que quiera ocultarlo, la angustia se apodera del animal. Huele a la muerte colarse por debajo de la puerta, la mira trepar las paredes, olisquear cada rincón, restregarse contra los muebles, contra los libros rojos, Bolaño fumando. Cuentos. – En cuanto a nosotros, la muerte pasa de largo, evidentemente nota nuestra presencia, pero como dicen, no somos nada para ella, significamos menos que las cosas que nos rodean, pone más atención en el cenicero y en el bote de basura; a pesar de tanta trascendencia, de las oraciones milenarias, alabanzas y pleitesías, tantas lágrimas y suplicios, todo el arte acumulado ignorado al final por su destinatario. Esto no lo digo yo, lo dice ella, yo por su puesto no puedo verla.

 Con la severidad de un suicida hago como que hablo con los muertos. Finjo que invento un animal repugnante que parece mi mala consciencia, la insana razón que juega mejor al ajedrez. En realidad hablo solo, es lo único que puedo hacer, seguir colmando los espacios disponibles con palabras, aportar ruidos a la noche, justificar mi existencia, decir: aquí estuve, señores, la noche en que el mundo enmudeció.