Sus pequeños ojos empolvados
contemplan el declive, el silencioso desarraigo de las partículas elementales: el
gigante de piedra que resguarda la entrada al barrio se desmorona poco a poco:
COSMOS, en azul desgastado, con sus reflectores empolvados, barrotes
herrumbrosos y paredes enmohecidas. Un anuncio neón en rojo y azul nocturno, Hotel Garage, tintinea a un costado
sobre el cansado edificio. Hace veinte años que lo abandonaron y por fin se han
decidido a tirarlo, como quien concede la eutanasia a ese que en el fondo, pero
muy en el fondo, sigue luchando.